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Tema # 12 – Retorno y Recurrencia


Libro: LA GRAN REBELION.- Autor: V.M. Samael.- Capítulo: Retorno y Recurrencia

Un hombre es lo que es su vida; si un hombre no trabaja su propia vida, está perdiendo el tiempo miserablemente.

Sólo eliminando los elementos indeseables que en nuestro interior cargamos, podemos hacer de nuestra vida una obra maestra.

La muerte es el regreso al principio de la vida con la posibilidad de repetirla nuevamente en el escenario de una nueva existencia.


Las diversas escuelas de tipo pseudo-esoterista y pseudo-ocultista sostienen la teoría eterna de las vidas sucesivas; tal concepto está equivocado.

La vida es una película; concluida la proyección, enrollamos la cinta en su carrete y nos la llevamos para la eternidad.

El reingreso existe, el retorno existe; al volver a este mundo proyectamos sobre el tapete de la existencia la misma película; la misma vida.

Podemos sentar la tesis de existencias sucesivas; mas no de vidas sucesivas porque la película es la misma.

El ser humano tiene un tres por ciento de esencia libre y un noventa y siete por ciento de esencia embotellada entre los yoes.

Al retornar, el tres por ciento de esencia libre impregna totalmente al huevo fecundado; incuestionablemente continuamos en la semilla de nuestros descendientes.

Personalidad es diferente; no existe ningún mañana para la personalidad del muerto; esta última se va disolviendo lentamente en el panteón o cementerio.

En el recién nacido sólo se halla reincorporado el pequeño porcentaje de esencia libre; esto da a la criatura auto-conciencia y belleza interior.

Los diversos yoes que retornan dan vueltas alrededor del recién nacido, van y vienen libremente por doquiera, quisieran meterse dentro de la máquina orgánica, mas esto no es posible en tanto no se haya creado una nueva personalidad.

Conviene saber que la personalidad es energética y que se forma con la experiencia a través del tiempo.

Escrito está que la personalidad ha de crearse durante los primeros siete años de la infancia y que posteriormente se robustece y fortifica con todas las experiencias de la vida práctica.

Los yoes empiezan a intervenir dentro de la máquina orgánica poco a poco a medida que la nueva personalidad se va creando.

La muerte es una resta de quebrados, terminada la operación matemática lo único que continúa son los valores (esto es, los yoes buenos y malos, útiles e inútiles, positivos y negativos).

Los valores en la luz astral se atraen y repelen entre sí de acuerdo con las leyes de la imantación universal.

Nosotros somos puntos matemáticos en el espacio que servimos de vehículo a determinadas sumas de valores.

Dentro de la humana personalidad de cada uno de nosotros existen siempre estos valores que sirven de basamento a la Ley de Recurrencia.

Todo vuelve a ocurrir tal como sucedió más el resultado o consecuencia de nuestras acciones precedentes.

Como quiera que dentro de cada uno de nosotros existen muchos yoes de vidas precedentes, podemos afirmar en forma enfática que cada uno de aquellos es una persona distinta.

Esto nos invita a comprender que dentro de cada uno de nosotros viven muchísimas personas con distintos compromisos.

Dentro de la personalidad de un ladrón existe una verdadera cueva de ladrones; dentro de la personalidad de un homicida existe todo un club de asesinos; dentro de la personalidad de un lujurioso existe una casa de citas; dentro de la personalidad de cualquier prostituta existe todo un prostíbulo, etc.

Cada una de esas personas que dentro de nuestra propia personalidad cargamos, tiene sus problemas y sus compromisos.

Gente viviendo dentro de la gente, personas viviendo dentro de las personas; esto es irrefutable, irrebatible.

Lo grave de todo esto es que cada una de esas personas o yoes que dentro de nosotros vive, viene de antiguas existencias y tiene determinados compromisos.

El yo que en la pasada existencia tuvo una aventura amorosa a la edad de los treinta años, en la nueva existencia aguardará tal edad para manifestarse, y llegado el momento buscará a la persona de sus ensueños, se pondrá en contacto telepático con la misma y al fin vendrá el reencuentro y la repetición de la escena.

El yo que a la edad de cuarenta años tuvo un pleito por bienes materiales, en la nueva existencia aguardará tal edad para repetir la misma comidilla.

El yo que a la edad de veinticinco años se peleó con otro hombre en la cantina o en el bar, aguardará en la nueva existencia la nueva edad de veinticinco años para buscar a su adversario y repetir la tragedia.

Se buscan entre sí los yoes de uno y otro sujeto mediante las ondas telepáticas, y luego se reencuentran para repetir mecánicamente lo mismo.

Esta es realmente la mecánica de la Ley de Recurrencia; esta es la tragedia de la vida.

A través de millares de años los diversos personajes se reencuentran para revivir los mismos dramas, comedias y tragedias.

La humana persona no es más que una máquina al servicio de estos yoes con tantos compromisos.

Lo peor de toda esta cuestión es que todos estos compromisos de la gente que llevamos en nuestro interior, se cumplen sin que nuestro entendimiento tenga previamente alguna información.

Nuestra personalidad humana en este sentido, parece un carro arrastrado por múltiples caballos.

Hay vidas de exactísima repetición, recurrentes existencias que nunca se modifican.

En modo alguno podrían repetirse las comedias, dramas y tragedias de la vida sobre la pantalla de la existencia si no existiesen los actores.

Los actores de todas estas escenas son los yoes que en nuestro interior cargamos y que vienen de antiguas existencias.

Si nosotros desintegramos a los yoes de la ira, las escenas trágicas de la violencia concluyen inevitablemente.

Si nosotros reducimos a polvareda cósmica a los agentes secretos de la codicia, los problemas de la misma finalizarán totalmente.

Si nosotros aniquilamos a los yoes de la lujuria, las escenas del prostíbulo y de la morbosidad finalizan.

Si nosotros reducimos a cenizas a los personajes secretos de la envidia, los eventos de la misma concluirán radicalmente.

Si nosotros matamos a los yoes del orgullo, de la vanidad, del engreimiento, de la auto-importancia, las escenas ridículas de estos defectos finalizarán por falta de actores.

Si nosotros eliminamos de nuestra psiquis los factores de la pereza, de la inercia y de la flojera, las horripilantes escenas de esta clase de defectos no podrá repetirse por falta de actores.

Si nosotros pulverizamos los yoes asqueantes de la gula, de la glotonería, finalizarán los banqueteos, las borracheras, etc., por falta de actores.

Como quiera que estos múltiples yoes se procesan lamentablemente en los distintos niveles del Ser, se hace necesario conocer sus causas, su origen, y los procedimientos crísticos que finalmente habrán de conducirnos a la muerte del mí mismo y a la liberación final.

Estudiar al Cristo íntimo, estudiar el esoterismo crístico, es básico cuando se trata de provocar en nosotros un cambio radical y definitivo; esto es lo que estudiaremos en próximos capítulos.

1 comentario:

  1. creo que nadie lo ha podido lograr no hay quien pueda eliminar los defectos considero son características del ser humano y solo Jesús el cristo cósmico lo ha hecho, los grandes maestros ascendidos por eso son quienes son. Y como simples mortales necesitamos que nos lleven de la mano..saludos..gracias

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